El Viktualienmarkt es todo un espectáculo los viernes. En este espacio al aire libre se juntan clientes de toda la vida comprando productos de altísima calidad (impresionantes aceitunas), con los turistas que, tras el curioseo de rigor, se detienen en alguno de los puestos a comer una salchicha blanca con una weissbier.
Esto era así hasta hace unos años. En el último lustro han florecido alrededor del mercado nuevos bares y restaurantes. Algunos, con un único fin turístico, pero otros, con bastante personalidad.
Tanta aglomeración de gente nos ha dado sed. Para apagarla, un largo paseo hasta el otro lado del río. El local de Unions-Bräu, en la calle que recuerda a Einstein, es todo lo que buscamos y apreciamos en una taberna. Enorme personalidad, buenas cervezas caseras, una carta correcta, y un biergarten tranquilo.
Quizás más imponente por fuera que la Unions-Bräu, la Hofbräukeller no se corresponde a los elogios que algunos autores han vertido sobre ella. Sí, es cierto que es muy grande y tiene un enorme jardín, pero le faltan el resto de valores que nosotros apreciamos.
Continuando la orilla del río llegamos a la fábrica de Paulaner. Visita realmente agradable con una degustación de Hacker-Pschorr Kellerbier sin filtrar. En Paulaner, al igual que en Spaten, las cosas no han cambiado mucho desde que un gigante la ha comprado. Afortunadamente, Heineken también parece actuar en Munich siguiendo la misma política que su rival AB InBev.
Es turno para otro brewpub, y lo que nos hemos encontrado ha superado todas las expectativas. La Paulaner Bräuhaus es de esos lugares que deberían figurar en la guía de cualquier aficionado a la cerveza. El magnífico equipo de cobre, detrás de la barra, produce un par de cervezas muy interesantes que se sirven en grandes salas y en un enorme biergarten.
Otro local que no debería faltar es el Löwenbräukeller. A pocos metros de la histórica fábrica del león, las calderas de ésta inundan del delicioso aroma a malta remojada toda la Nymphenburgerstrasse, invitando a pedir una Helles de la casa –especialmente si se está en su gran biergarten-, su nueva Urtyp o la Doppelbock Triumphator. La comida, dentro del estilo bávaro, es de la mejor que se puede encontrar en la ciudad. Si tuviésemos que ponerle un pero, sería algo aplicable a muchas de las tabernas de la ciudad: la falta de variedad en las cervezas en barril.
Sorprende, que mientras Salvator, Triumphator o Franziskaner Dunkel están disponibles en grifo en muchos mercados de exportación, son inencontrables en este formato en Munich. No hay que olvidar que en la Schneider Haus, hasta hace poco más de una década, sólo se servían cervezas en botella.